Spanish Inquisition

David Fernàndez

El título no es mío. Viene de muy lejos y dura demasiado. Es del documental –homenaje y reconocimiento– de un periodista australiano, David O’Shea, que en 2004 intentaba abordar el tabú de la pervivencia de la tortura y el maltrato policial en el Estado español. En enero del 2001, Aznar había indultado quince guardias civiles y policías condenados en firme por degradar la condición humana. Y el periodista hurgaba en aquella impunidad. No terminaba de creerse los persistentes informes anuales sobre vulneración de derechos humanos que le hacíamos llegar. Aquel año también, con Rajoy como ministro, el Estado había enviado un torturador indultado como representado hispánico ante el Comité para la Prevención de la Tortura del Consejo de Europa: experiencia, acreditada, no le podían negar. Mientras el periodista entrevistaba al secretario de Interior, el socialista Antonio Camacho, lo pilló, vergonzosamente, negando la tortura. Si no hay tortura ¿por qué hay indultos a torturadores? La mano del Estado, entonces, tapó la cámara y espetó inquisitorialmente: «Apaga eso, vamos a ver; corta». Contra la ley del silencio, la dignidad del periodista incorporó aquel corte en el documental.

Spanish Inquisition. El título tampoco es nuestro. Lo escupe cada día una realidad dolida. Porque en la tradición autoritaria y represiva, no hay nada más hispánico que los aullidos y zarpazos de la Inquisición. Brutal en mezquindad, extrema en ruindad y severísima en arbitrariedad. Inquisition Reloaded. Vieja consigna actualizada de un Poder posmoderno y performante: que la hoguera queme más, mucho más y mucho más alta. Hoy y aquí, aquella funesta cultura del miedo –perversa estrategia del castigo y siniestra táctica de la intimidación– se despliega, primero, contra la razón democrática de la libertad política catalana, por violentar y reprimir la voluntad popular de cambio político y social. Pero después, enseguida, acomete contra todo lo que se mueve del plano-prisión, foto fija en blanco y negro, que ordena el poder: periodistas, profesores, humoristas o raperos. Comiqueros, disidentes o luchadoras. A palos, incluso con la zanahoria.

Spanish Inquisition. El título –antiguo– es suyo. Es lo que ostenta el régimen carcelario del 78, sacralizado en el altar de la impunidad oficial. Hecho y deshecho, la Razón de Estado, la Violencia de Estado del uno de octubre. Cuando la dignidad en pie de todo un pueblo derrotó, desobedeciendo los golpes y los miedos, a todos los Torquemadas de turno del siglo XXI. Herejía contra excepcionalidad, para los inquisidores, la realidad siempre será delito. Y por eso, también siempre, continuaremos escribiendo y delinquiendo. Resistiendo contra todos los muros. Hasta que la delincuencia de Estado, hecha impunidad, sea pasado y no presente. Y para evitar, sobre todo, que pueda ser la turbia distopía del futuro.


David Fernàndez
periodista, activista social y cooperativista. Es exdiputado del Parlamento de Cataluña y colabora en diversos medios de comunicación.