La responsabilidad de los equidistantes
La tecnofobia es parte de la monodinámica electoralista e inmoral equidistancia de la izquierda dogmática. Es lo que, de hecho, hace posible –avalando la narrativa que lo acompaña– la represión y el recorte de derechos. El trabajo de la derecha es recortar derechos. Pero la izquierda, en relación con internet, permite un estado de excepción en las redes que después se desplaza a la vida real.
Hay muchos ejemplos recientes. En el caso del chat de los policías municipales donde se insultaba a la alcaldesa de Madrid (entre otros), la izquierda promueve que se persiga un espacio privado –el del chat– en nombre de la persecución de los delitos de odio. El paso a hacerlo también en las casas y a la vida privada de las personas solo es uno. Con una izquierda tecnófoba, que fanatiza el recorte de libertades en la red y participa, ya no hace falta derecha.
Hay que trabajar contra el odio y proteger a quien sufre amenazas, pero si trabajamos contra el discurso del odio –donde odio es un atributo de discurso–, atacamos el discurso y, por lo tanto, contribuimos a la narrativa que recortamos la libertad de expresión. Además, normalmente, todos estos males se atribuyen «a la red». El resultado es que la red está en peligro y, de momento, la gente que ha sido penalizada son usuarios de Twitter, contrariamente a lo que se imaginaban.
Pasa igual con las fake news. «El peligro de las fake news en la red.» Dicen que la red es mala, ajena, que estamos atrapados. Y hacen el trabajo a la derecha, que quiere mantener el monopolio de las fake news, como cuando Dastis fue a explicar en Europa qué había pasado en Cataluña. Internet no ha inventado las fake news, eran monopolio de la propaganda del estado y de los medianos cómplices del statu quo. Si criminalizamos la red como si las hubiera inventado, criminalizamos internet y sacamos a la gente una de las pocas herramientas que tiene para luchar.
Uno de los documentos principales que han servido para que el juez decidiera mantener en la prisión Cuixart, Sánchez, Junqueras y Forn es un documento que parece básicamente un documento de estrategia de marketing. Se juzgan palabras. Si favorecemos que se juzguen palabras, entusiasmados por la idea de que combatimos el odio, ni combatimos ningún odio ni fomentamos la convivencia. Solo –solo– recortamos la libertad de expresión.
La responsabilidad sine qua non de la represión no es de los malos, porque los malos son los profesionales de la represión. La responsabilidad es de quienes se mantienen por encima de las partes cuando el conflicto se rearfima –los equidistantes.